viernes, 5 de noviembre de 2010

Retazos de Babia



Ejemplar de Mastín leonés












Pueblos de la comarca de Babia

























Riolago de Babia





























Reportaje gráfico: Pilar Martinez ( Noviembre 2010)

martes, 2 de noviembre de 2010

Leyendas de Babia

Leyendas recogidas del libro " BABIA, LACIANA, AlTO LUNA de Julio Alvarez Rubio




El aullido del lobo

Al pie de un peñasco, justo a la entrada de Cospedal, son muy visibles los accesos a la Cueva de Barrunmián. Apenas cubiertos quince pasos por la caverna adelante,aparece en el suelo un coladero de dos palmos de diametro o poco más. Nos cuentan en el pueblo que por aquí se arrojaban antaño, hacía la cavidad inferior, los restos de las alimañas atrapadas durante alguna de las batidas que entonces se organizaban.
Tas la cacería de un lobo, su pellejo, a veces relleno con paja para lograr una reconstrucción espantosa, era paseado de caserío en caserío para que los vecinos, agradecidos, recompensaran a
los cazadores con algunas monedas y viandas.
Al pozo de Barrumián, fueron echados los huesos de un lobo famoso que, a principos del siglo xx acabó con 12 ovejas en una cuadra de Villasecino.
Un hombre del pueblo, Don Manuel, un veterano cuya vivienda es la más próxima a la matanza, cuenta si se le pregunta la historia.
-Me acuerdo perfectamente cómo era la casa vieja ( sustituita por una de construccion nueva) de Don Benito. En la parte de atrás había una era, el terreno tenía más nievel por un lado y en la pared había un postigo para meter la hierba en el pajar,. Debajo del pajar estaba la cuadra de las ovejas,
En un invierno de aquellos otro tiempos ya algo lejanos, andaba por aquí un lobo solitario que ya había hecho de las suyas. Una noche que al parecer estaba muy hambriento y , merodeando por ahí cerca, escuchó algún balido u olfateó ganado. El caso es que arremetio contra las tablas del postigo, las tumbó, se lanzó a la cuadra y allí mató a las doces ovejas que había, una tras otra. Nadie en el pueblo se enteró de nada, las ovejas no son como los demas animales, que berrean cuando se les hace daño. Las ovejas mueren en silencio.
Cuando al amanecer, Don Benito fue al corral, se encontró con que el lobo había amontonado los doce cadáveres, unos encima de otros, para poder salvar los dos metro sy medio de desnivel, alcanzar el postigo y escapar de la cuadra. Los lobos son muy listos, pero parece que matan por
Matar. En aquellos años no pudimos hacer batidas y el número de lobos aumentó tanto que se veían por ahí, en grupos de seis u ocho.
Pocas horas después de que fuera descubierto el desaguisado, un grupo de paisanos salió de batida y le dio caza en el monte de Cospedal. Al día siguiente tuvo lugar la procesión de costumbre. El primer destino de los pedigueños fue precisamente Cospedal, y el cura de Villasacino, Don José Arienza Hidalgo, compuso para la ocasión los siguiente versos:
¡ Oh pueblo de Cospedal¡
¡ Oh pueblo de Bendicion¡
Ya adivinas, muy leal,
El objeto principal
De esta noche procesión,
Esta piel tan imponente,
Este velludo estandarte
Te está diciendo elocuente:
¡ reparte, pueblo, reparte¡
Si por gran casualidad
No hubiere plata o vellón,
Esta santa procesión
Que aquí ves en reunión+
Se contenta- la verdad-
Con que venga en caridad
De cada casa un jamón,
Mirad cual tiene el maldito
Mustios el rabo y orejas,
Pues pagó bien el delito
Que cometió con Benito
Matándole doce ovejas.
El gran bellaco, el gran trucha,
La infamia pagó también
Que cometió en la Cachucha.
Pues, con ser fiera tan ducha,
Requiescat in pace. Amén.
 
La leyenda de la laguna Grande

En cuanto al nacimiento de las lagunas, aunque con pequeñas variaciones,
Hay una justificación muy extendida. Matias Diaz Alonso, en sus “ MITOS y LEYENDAS DE LA TIERRA LEONESA”, recogió en Lago de Babia la historia del ama de cría que, después de amamantar al niño que una rica familia le había dejado a su cargo, los acostó a la sombra de un arbusto. Atraída por el olor dulzón de la leche, una culebra sigilosa se introdujo en la boca de la criatura. Fueron los gritos desgarradores de la nodriza lo que provocaron la rotura de las peñas, la apertura de las fuentes y la inundación de la braña desaparecida. Otras variantes de la leyenda son más explicitas. Cuantan que, la nodriza dormía, el ofidio adormeció al bebé introduciéndole la cola a modo de chupete y, mientras tanto, mamó directamente del pezón de la mujer. A otros lagos de la comarca se atribuye parecido origen aunque, a veces, el agua no manó de las peñas sino que fue producto de un llanto doloroso e incontenible.

El duende de MENA y otros trasgus golfos

El padre Cesar Morán aludió al dunde de Mena que, como todos los trasgus, tan abundantes en la región, era un martinico esmirriado y amarillento pero muy ágil e ingenioso.
Podia resultar simpático par quien observase sus gracias de lejos, pero era cargante y hasta verdaderamente dañino para quien las padecía en carne propia. El sentio de la vida para un trasgo consistía en llevar a cabo, con nocturnidad, hazañas tan pesadas como revolver los arcones del ajuar, cambiar los paeros de sitio, volatilizar objetos muy apreciados que jamás reaparecian, robar quesos o chorizos de las fresqueras, soltar el ganando de las cuadras y cosas mucho peores y hasta obscenas. El trasgo de Mena supuso un incordio tan grande que obligo a realizar una ceremonia de exorcismo, al parecer sin existo. Finalmente, abandonó el pueblo cuando le dio la gana y nunca mas se supo de él.

La leyenda de los pueblos muertos

En su relato sobre Babia, Luis Mateo Diez incluye un cuento titulado La Sacabera que recuerda la trágica historia de un pueblo feliz, de gente buena que respetaba las costumbres, hacia sus labores, pastoreaba los rebaños y vivía hermanada con los demás lugares de la comarca, Pero algo sucedió para que la desgracia asolase sus modestos muros y sellara el destino mortal de sus habitantes como un viento negro y venenoso. Se celebraba la Fiesta d eSan Mamés, todos se pusieron sus mejores galas para acudir al toque de las campanas de la ermita a misa, el cura bendijo los panecillos del santo, recien amasados y hornedados. Despues bailaron y sobre manteles que colocaron en la pradera, cerca de una fuente, se colocaron las empanadas, las tartas y las botas con vino. Pero, de repente, vino el sueño horrible y corrió el veneno hiriendo a todos con la misma flecha. La era se tornó en cementerio. Murió el pueblo y su muerte fue respetada. Nada volvió a habitar aquel lugar. Con el tiempo, apareció entre las piedras del molino la piel reseca de una sacabera- una salamandra- que había vertido la ponzoña mortal en la harina con la que cocieron el pan del santo.
Se cuenta que sólo dos niñas sobrevivieron a la tragedia que asólo aquel poblado en las inmediaciones de la fuente. Una de ellas resultó ser la fundadora de Las Murias y otra de Quintanilla de los Canes.

Ecos de Filandón

En cada rincón de la comarca de Babia anida un mito. Desde el origen de los tiempos, todas estas leyendas fueron trasmitidas durante las charlas nocturnas o filandones celebrados al amparo del fuego.
Existieron dos costumbres de hecho, El Calecho y el Filandón. La primera se hacía antes de la cena, momento en el que las mujeres hilaban mientras conversaban y luego hacían la cena cada una en su casa mientras los hombres seguían conversando, y después de la cena, ya en una casa, se reunían todos y el que mejor leía del pueblo, leía alguna novela como La Celestina u otras o se contaban los ecos de la comarca, leyendas o incluso gacetillas.


Pilar Martinez ( Noviembre 2010)

Babia, mucho más que una simple expresión

Desde luego, estar en Babia, es mucho más que una simple expresión. Es estar físicamente en una comarca del Noroeste de León donde el silencio de la naturaleza te invade de tal forma que el encuentro con uno mismo produce un bienestar sereno.
Entre la comarca de La Luna y Laciana, habita y late Babía, un lugar bañado por dos pequeños rios pero bravos cuando se les antoja; El Sil y El Luna.
Cada pueblo de Babía, ofrece un sendero para descubrir con lentitud y sin prisas sus secretos; pequeños lagos y lagunas, vacas y caballos que te miran curiosos cuando pasas a su lado, y el relajante sonido del discurrir del agua pues a cada paso, ves el agua correr muy cerca de tus pies jugando a salpicarte, rápido y sabiendo siempre en todo momento hacía dónde se dirige.
Babia no te deja indiferente, no es un lugar más en tu haber viajero. 
Cuando llegas a un lugar en el que no has estado antes, siempre esperas encontrarte con algo diferente a lo conocido; un paisaje de contrastes, matices singulares, colores, olores, gentes…
En la comarca de Babia hay diferencias. La vida parece que no sigue el mismo ritmo del tiempo que en otros lugares. Un día de descanso en esta comarca es tener la sensación de que el tiempo no importa. No lo sientes detenido, sino más bien relentizado, como si la calma se instalara en ti para darte sosiego.
Te apetece ver cosas, descubrir sus secretos entre los vallecillos y montañas salpicadas de hayas y robles que en otoño, a poco que el sol asome entre las nubes, ofrece unas tonalidades doradas y ocres espectaculares. Sin embargo, también te invita a pensar, a detenerte para darte ese tiempo que no te das en tu vida cotidiana y escucharte. El silencio de Babia y ese cobijo que te dan sus pequeños pueblos, es el mejor aposento que puedes encontrar para meditar sobre la incertidumbre que a menudo se siente en nuestro devenir por la vida.
En mi caso, la contemplación me ofreció una vivencia sencilla sobre la que pensar.
Entramos mi amiga Armonía y yo en un bar de Piedrafita de Babia a tomarnos un café. El bar en cuestión no tenía parroquianos; apenas un hombre de mediana de edad del lugar que, como si fuera ajeno a todo, permanecía en silencio fumando y mirando por la ventana cómo llovía mientras apuraba su consumición.
En la barra, no había nadie cuando entramos, pero a los pocos instantes de esperar en la barra, apareció por una puerta una muchacha joven con un niño de unos dos años y medio.
La muchacha enseguida nos atendió. Le pedimos dos cafés con leche y ella nos los preparó con tranquilidad, como se hace en Babia creo que casi todo.
En ese momento, no reparé en la muchacha, sino en el niño. Más bien, la criatura reparó en nosotras y sobre todo en mi mochila que, al verla, con su lengua de trapo enseguida me preguntó: -¿ Que hay dentro?, ¿ A ver qué hay?…
Como me cayó simpático el niño, le seguí un poco el juego y mientras asomaba su pequeña naricilla en la abertura de mi mochila, le enseñó algunas de las cosas que llevaba, entre ellas la cartera con el dinero.
Muy curioso, volvió a preguntar: - ¿ Y para qué llevas cartera?, Y ¿ Qué más cosas hay?…
Sus preguntas eran seguidas e incesantes, como un chorro de curiosidad, algo inusual en un niño de tan corta edad. Le contesté con esas típicas trivialidades que se les suele decir a los niños para ponerles a su nivel esas cosas de adultos que ellos aún no están preparados para entender.
La muchacha, una vez nos puso los cafés en la barra, cogió al niño y se lo llevó con ella a una mesa. Alli, el niño, siguió con su parloteo mientras la muchacha, con el móvil de la mano, trataba de hacer una llamada.
Mientras escuchaba la conversación de mi amiga y nuestro continuo debatir sobre esas cosas que tanto nos inquietan y que al mismo tiempo no comprendemos, observaba a ratos a la muchacha y al niño.
- ¿ Qué te pasa?, le preguntó el niño apoyándose cariñosamente sobre ella y mirándola a la cara.
- Me duele la cabeza, Yunai, le contestó mientras se ponía una mano sobre la sien al tiempo que ladeaba la cabeza, un movimiento que me permitió ver las ojeras en su rostro.
Transcurrió un rato en el que el niño se entretuvo solo jugando con unas fichas de dominó que había sobre la mesa mientras la muchacha, en silencio, seguía trasteando con el móvil. De vez en cuando, volvía a ladear la cabeza y se tocaba la sien, mostrando su cara joven pero entristecida, como si además de un dolor físico también padeciera algo de amargura.
El niño, en un intento de llamar la atención, apoyándose en ella, le dijo:
- mamá, me hago pis, y la muchacha, como quien actúa con un deber bien aprendido y adquirido, le llevó de la mano a los aseos del bar.
Cuando salieron, me fijé con más detenimiento en el rostro de esa joven madre y en el niño y me pregunté si era el lugar idóneo para vivir tanto ella como esa criatura.
Nunca lo sabré, desde luego, pero lo cierto es que muchas veces, esos lugares donde se vive, no siempre se eligen, ellos te eligen a ti y aunque para algunos, un pequeño pueblo en una comarca tranquila donde los inviernos son fríos y largos, es sólo un lugar idóneo para escapar un par de días de la mundanal ciudad, para otros es la oportunidad donde construir su vida. Puede ser el caso de esta joven madre de la comarca de Babia, o el de ese ganadero que estoy viendo por la ventana mientras escribo, con sus vacas caminando con sus madreñas en los pies para evitar el barro por la carretera para recogerlas en su cuadra antes de que anochezca del todo.
Mi amiga me comentaba en uno de sus alardes de sinceridad, que ella no se veía viviendo en un pueblo como en el que nos encontramos pasando estos días. Hace un rato, en uno de sus también momentos de pensamientos difusos, me decía que el silencio es bueno casi siempre pero a veces, puede no serlo tanto...Quizá tiene razón, pero precisamente aquellos que no solemos tener donde vivimos, el silencio, la tranquilidad, y esa bonita sensación de que el tiempo y su discurrir no importa, es lo que buscamos para evadirnos.
A mí, este silencio, me gusta. Me inunda de una serenidad tan íntima que hasta el leve rumor de la lluvia me dulcifica el alma.
Percibo el cielo gris con acomodada resignación mientras veo llover,´y digo bien acomodada resignación porque la sensación de ver llover desde una ventana cuando al tiempo ves los tejados de pizarra negros desafiando a la adversidad del frío con sus chimeneas humeando y la montaña preparándose para dormir, no te importa demasiado no poder hacer otra cosa que estar allí viendo anochecer. Quizá sea eso realmente " estar en Babia"; quedarte ensimismado sin pensar en hacer otra cosa.
Según cuentan por aquí, esa expresión se debe a esas estancias que acostumbraba a pasar el rey de León para alejarse de los problemas de la corte y que causaban inquietud entre sus subditos pues cuando preguntaban por él, se les respondía evasivamente que el rey estaba en Babia.
Si existe un estado en el que los pensamientos se unen con el sosiego de espiritu, en esta comarca leonesa a un paso de Asturias y vía del Camino de Santiago leonés, una particularidad que según cuentan también por aqui, da explicación a su nombre. Los caminantes que iba a Santiago de Compostela, al llegar a este punto del camino, preguntaban: ¿ Va via Santiago?...a lo que los lugareños contestaban: ¡ Va vía, si...por aqui Va vía¡
Si hasta aqui llegas, viajero, camino de Santiago o hacía cualquier otro lugar, detente en tu caminar un rato, la magia del silencio y ese tiempo que parece que allí discurre más lentro que en otro sitio, te llevará a descubir mejor hacía dónde te diriges e incluso quién eres. Ese es el encanto singular de Babia, además de su paisaje y sus tranquilas gentes,.
Pilar Martinez ( 31 octubre 2010)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Milán...Duomo rutilante


Si algo impresiona cuando llegas a Milán, es su emblemático " Duomo". No es sólo una catedral enclavada en una magnífica plaza, es la luz proyectada en la misma piedra erigiéndose hacia el cielo para tocar con sus agujas puntiguadas a Dios.

Si con suerte llegas a Milán, en un día soleado en metro desde la estación Central de trenes hasta la misma plaza del Duomo, podrás ver emerger desde la misma boca del metro una blancura casi cegadora que poco a poco llenará toda la panorámica mientras caminas.

Llegar hasta las mismas puertas del templo catedralicio es tener la sensación de empequeñecer ante la dimension que adquiere la totalidad de sus muros. Naturalmente, deseas entrar, franquear esa blancura para sumergirte en el corazón del Duomo y sentir aún más la inmensidad de su interior.
Es obligado hacerlo, pero una advertencia a tener en cuenta; no se puede entrar, en el caso de las mujeres, con los hombros al descubierto. Es necesario hacer acopio de una pasmina, pañuelo o chal para cubrirse pues te impiden la entrada los guardas de seguridad si no cumples cierto protocolo.
Ya en el interior, la amplitud de un espacio diafano, permite detenerse en sus múltiples detalles, siendo los más curiosos sus vidrieras, verdaderas peliculas en imagenes cristalinas y coloristas de los diferentes episodios y estadios de la vida de Jesús, la virgen y los discipulos.

Contemplar el Duomo, tanto por dentro como por fuera, es dar rienda a los sentidos en su máxima expresión de delicadeza pues cuando se tiene ante sí la belleza que albergan tan espirituales piedras, te llenas de sensaciones intensas capaces de hacerte caer en la cuenta de que estás ante algo único y realmente extraordinario.


martes, 6 de julio de 2010

Puerto Lápice
















La mancha, " seca" en la etimología árabe, en Puerto Lápice tiene a su hidalgo caballero Don Quijote alojado sin que el tiempo parezca haber pasado.





Es cuando menos imprescindible parar en la venta de Don Quijote. De repente, pareciera que nos hubieramos convertido en " figurantes" de esa gran obra literaría de Cervantes en la que aquellas hospitalidades viajeras salián al paso en forma de posadas y ventas para llenar la panza con buenas viandas y vino.





LLegar a Puerto Lápice camino de Ciudad Real, es encontrarse con esa Castilla manchega profunda de espacios solariegos y de sabor quijotesco que no nos deja marchar hasta que no descubramos todos aquellos detalles que la encumbraron como tierra insigne de Don Quijote y sus hilarantes andanzas.





Es la Venta de Don Quijote, un lugar en el que parar y tomar un vino manchego con un buen trozo de queso, algo que, sin pedirlo, acostumbran a acompañar en este establecimiento hostelero.





Su patio, al más puro estilo de aquellos días de desventuras vivídos por Don Quijote y su escudero Sancho. es digno de recabar en todos y cada uno de sus múltiples detalles, desde el suelo de cantos rodados hasta el pozo o la mísmisima bodega que también alberga.





Cada rincón es la recreación misma de aquello que imaginó Cervantes y consiguió magistralmente narrar en su novela. Usos, costumbres, modo de vida...





Cabe decir que Castilla la Mancha es mucho más, sin embargo, esta parada es quizá el inicio de aquello que " la seca" está por enseñarnos en sus diferentes caminos; molinos salpicando sus vastos campos como los de Criptana, paisajes naturales como las Tablas de Daimiel, Valles como el de Alcudía...todo un abanico de posibilidades en los que aventurarse sin necesidad de salir mal parados como solía ocurrirle a Don Quijote.

Reportaje Gráfico y texto
Pilar Martinez Fernandez ( Marzo 2010)



lunes, 28 de junio de 2010

Molinos ( I ) Valbuena de Duero



Merecen un apartado especial aquellas construcciones populares que formaron parte del modo de vivir y también de subsistir de aquellos que existieron y poblaron antes que nosotros cuánto hoy está por conocer y descubrir como viajeros.

Los molinos, edificaciones en piedra o en adobe, según el uso del lugar donde se asentaban, siempre a la vera frondosa y fluída de un río, eran lugares donde el viejo oficio del molinero conseguía hacer " fino" ese fructífero grano de cereal que daba la tierra. La molienda era el proceso necesario para poder obtener del grano en bruto, un fino polvo, la harina, que servía como sirve hoy a ese alimento primario al tiempo que nutritivo como es el pan.

En siguientes ediciones en este blog, hablaremos de la maquinaria y la curiosa conjugación que ofrece el agua a la hora de hacerla funcionar. Hoy hablaremos de los lugares que se escogían para estas edificaciones, generalmente fuera del núcleo del pueblo pero cercano al mismo tiempo pues su funcionalidad debía servir a la gente del lugar.

Es frecuente encontrar la casa del molinero en una vaguada al borde de un río, y generalmente también en una parta de ese río dónde la corriente fluye con un caudal abundante. La fuerza del agua, sus desniveles y caídas además de su continuo fluir, eran condiciones básicas e indispensables para instalar un molino que sirviera para moler el grano.

De igual manera, también se edificaba con parte de su base en voladizo para que el agua discurriera por debajo al tiempo que movía los resortes de la maquinaria.

La robustez de la piedra servía siempre de base a las pilastras que sostenían el molino, otra cuestión podía llegar a ser las paredes. Aqui la diversificación entre adobe y piedra ha dado lugar a diferentes arquitecturas dependiendo de zonas y de usos en sus construcciones.

Aquellos molinos que fueron construídos en piedra, conservan mejor sus vestigios aunque el abandono de todos ellos después de caer en desuso, los ha dejado practicamente tocados de muerte. Sólo algunos rescatados del olvido, consiguen conservar después de su rehabilitación, un aspecto digamos saludable o por lo menos " aproximado" de lo que fueron en otro tiempo.

En Valbuena de Duero, parada fortuíta de este itineres pues en la búsqueda de molinos por tierras del Valle de La Esgueva en la provincia de Valladolid, no hubo demasiada suerte en esta ocasión, nos encontramos con un molino sobre el rio Duero, en plena tierra del Vino de Ribera de Duero, que si bien no se conserva íntegramente, nos permite hacernos una ligera idea de lo propicio que puede llegar a ser la vertiente de un río para el noble oficio del molinero, la acción de la molienda y el techo y paredes para tales fines; el molino.

En este lugar, la naturaleza no sólo es generosa; el enclave se conjuga para integrar a la piedra con el paso del agua y aunque las paredes del molino se quedan en el vano intento de cerrarse por completo, es fácil imaginar que, allí dentro, pudieron seguramente estar aquellos sacos de grano de cereal esperando ser molidos por las muelas que también solían estar entre esas cuatro paredes.

Lo más bonito de este lugar, sin duda el sonido del agua al tiempo que se contempla el Duero. La pequeña pesquera que hay junto al molino, ofrece esa sútil sinfonía del agua que se produce cuando , rápida, resbala por el ligero desnivel formando una melena verdosa y blanquecina.

Un lugar sin duda recomendable para quienes buscamos aquello que contribuyó en otro tiempo a esos modos de vida que, no por pérdidos hoy, dejan de ser curiosos e importantes para quienes entienden que las costumbres deben ser al menos conocidas para evitar la desidia del olvido.

Cómo llegar

Desde Valladolid, coger la nacional dirección Soria y desviarse hacía San Bernardo y luego llegar hasta Valbuena de Duero, o bien hacer el desvío hacía Olivares de Duero y tomar la bifucación en el propio pueblo hacía la derecha.

Texto: Pilar Martinez Fernandez ( Junio 2010)

Molinos del Duero ( I ) Valbuena de Duero


Desagüe o aliviadero del molino Sobre el rio Duero














Molino de Valbuena de Duero restaurado en parte y recuperado de su semiruina.






Vista interior del molino donde se hallaban las muelas para moler.












domingo, 20 de junio de 2010

Aldeamayor de San Martin ( Valladolid)

Iglesia de San Martin de Tours





homenaje a los juegos autoctonos infantiles.


" Las canicas"



" La tanga"


Aldeamayor de San Martin en la provincia de Valladolid camino de Segovia, guarda pequeños rincones y recovecos que invitan a detenerse. Se percibe nada más entrar una sensación de esmero por guiar al visitante por callejuelas para dar con todos y cada uno de sus espacios.

No es tarea dificil pues enseguida descubres como todo está a pocos pasos y que circunda alrededor de su iglesia. Sorprende a cada paso, eso sí, sus múltiples jardines, todos ellos minuciosamente diseñados, cuidados y hasta etiquetados con las especies vegetales y árboreas que los adornan.

Tampoco deja indiferente el pequeño tributo que hacen a esos juegos infantiles como la tanga o las canicas que muchos jugamos de niños. Hoy quizá esos juegos hayan caído en cierto desuso para una generación más de mandos de consola y ordenadores, pero a los nostálgicos nos gusta que aquello que vivimos en nuestra niñez, no caiga en el olvido y siempre queden como lo que fueron; juegos tradicionales. Por eso gusta llegar a Aldeamayor y ver en el suelo marcados aquellos recuadros que las niñas llamábamos " el avión" a una variedad del juego de la tanga o la figura de un niño jugando a las canicas.

Un pueblo que sin duda se propone preservar del olvido vestigios y tradiciones de otro tiempo. Un ejemplo que, dicho sea de paso, debiera cundir.

Texto: Pilar Martinez Fernandez

Fotos: Pilar Martinez Fernandez ( Junio 2010).

martes, 15 de junio de 2010

Navas de Oro, el pueblo que más baila a San Antonio


Existe un lugar en el que San Antonio y el niño conocen bien la jota. No la bailan, aunque poco les falta. Caminan en andas por las calles de Navas de Oro en Segovia mientras el pueblo, con devoción algunos, con sentimiento otros, y por tradición casi todos, bailan sin parar durante prácticamente seis horas acompañándole en su lento y pausado transitar por las calles.
Cada 13 de junio, es menester y debido cumplimiento, sacar a San Antonio de rostro dulcificado con el niño en brazos y bailar delante de él desde que sale de la iglesia por la mañana hasta su retorno y recogimiento bien entrada la tarde. Seis horas prácticamente bailando y turnándose la gente de Navas de Oro para no dejar en ningún momento al santo solo.
Pero quizá, lo más curioso es comprobar cómo prácticamente todo el pueblo, sin importar las edades, sabe bailar la jota. Apenas hacen dos pasos y el consabido picado del estribillo pero consiguen llevar muy bien no sólo el ritmo, sino el curioso efecto óptico que produce ver una enorme hilera de gente bailando a un tiempo.
Son este tipo de tradiciones las que aún consiguen preservar aquello que distingue a un pueblo. Son exaltaciones quizá demasiado exageradas para unos, o tal vez un elocuente pretexto para que las familias se reúnan y celebren con alegría sus fiestas, pero en cualquier caso merece la pena destacar que cuando una costumbre saca a la calle a tanta gente y la hace vibrar de emoción y de alegría, algo tiene de emblemático y, por supuesto, de encanto.
En tiempos donde el fervor religioso no goza de los adeptos que gozaba en la época de nuestros abuelos, ver a un pueblo brincar sin parar haciendo camino a uno de sus santos, es albergar aún la sana esperanza de que hay cosas que se resisten a morir y a caer en el olvido como han sucedido con otras tantas tradiciones.
Hoy no creemos en milagros, sin embargo, y por si acaso, no pocas mujeres piden a San Antonio un amor que las quiera bien. Que conceda tan bello parabien, puede o no depender de que la moza en cuestión baile al santo mientras dura la larga procesión, pero, lo dicho, por si acaso...mejor danzar y marcarse unas cuantas jotas por las calles de Navas de Oro mientras San Antonio mira y camina. El resto...ya se verá y cada cúal así lo contará.


Cómo llegar.
Es necesario llegar hasta Cuellar y una vez allí, coger dirección Arevalo por la comarcal SG-342.

Fiestas
San Antonio 13 de Junio
Santiago 25 de julio.
Texto: Pilar Martinez Fernandez ( Junio 2010)

San Antonio en Navas de Oro





























San Antonio y el niño
Reportaje Gráfico: Pilar Martinez Fernandez ( Junio 2010)

domingo, 30 de mayo de 2010

Por tierras de Vino y Pan ( Zamora)


Hay lugares a los que llegas sin saber qué vas a encontrarte. Es aventurarse hasta casi perderse para luego dejar que lo singular te invite a parar y contemplar.
Si a esto le añades el sentido del paladar, bien puede decirse que Castilla y León goza de muy buenos recursos para dar veracidad al eslogan “ Tierra de Sabor”.
Esta simbiosis curiosa tiene una muestra en tierras zamoranas.
En la comarca conocida como Tierra del Pan y a su vez del Vino de Toro, si de saborear se trata, bien puede afirmarse que el paladar llega hambriento y sale contento al tiempo que hacemos camino. Bien podría ser letra y tonada de una coplilla pero lo cierto es que no hace falta cantar aquello que se entiende con los sentidos, y es que, en este “ itineres”, si algo acontece con especial relevancia, es la irrupción de contrastes solo perceptibles con la agudeza de quien, no sólo mira el lugar al que llega, sino que escucha, toca, huele y, por supuesto saborea.
La primera parada de esta ruta viniendo desde tierras vallisoletanas y el primer lugar en el que emplear uno de los sentidos es Algodre.
Es un pueblo pequeño y silencioso que tiene el privilegio de llevar el nombre de un bolero; el conocido dentro del folclore tradicional como “ bolero de Algodre”, una danza lenta con ciertas influencias árabes que siendo originaría según dicen de La Tierra del Pan, sólo las gentes de Algodre permitieron gracias a su empeño de conservarlo en su memoria y de compartirlo con aquellos que bien se preocuparon de rescatarlo del olvido para cantarlo y bailarlo, que hoy forme parte de ese bagaje folclórico y popular tan rico como también algo denostado por la desidia que el propio castellano muestra con sus propias tradiciones.
Para los que no sepan de este cantar, he aquí un pequeño fragmento de dicha canción: “ El que baile bolero, tenga cuidado ay, ay ay...Valgame el cielo, las vueltas que da el mundo, salada y olé, cuerpo salado dejate querer...”
Si Algodre fuera una mujer, nos enamoraría su acogida silenciosa. No obstante, pareciera que tiene un pacto tácito con la musicalidad y la melodía porque de llegar hasta la plaza del pueblo a alguna hora en punto, el reloj de la casa consistorial da las campanadas al repique de alguna melodía. Se rompe armoniosamente el silencio durante el minuto que dura la cancioncilla campanil. Y si, al tiempo, observas a tu alrededor, ves que los lugareños caminan sin prisa, como si el tiempo no tuviera importancia. Es esa calma la que llama la atención a quienes vienen de la ciudad, de ahí que Algodre en su simpleza guarde su encanto.
Pero el caminante suele ser un buscador de sensaciones, un novio poco fiel y enamoradizo, como bien podría decirse.
Siguiendo la senda de la Tierra del Pan, se llega hasta Muelas del Pan. Qué decir de este lugar. La inmediata panorámica del pantano de Ricobayo rodeado de una vegetación en primavera explosiva, es tan embriagadora como esplendorosa para la mirada. Los brillos y las ondas peinando el agua con el leve roce de la brisa y los rayos del sol, junto con las rocas y sus caprichosas formas, dan al paisaje una singularidad que casi es obligado hacer una pausa en el camino y contemplarlo sin prisa, algo que también trae consigo una agradable sensación en el ambiente, o más bien una percepción, en este caso con el sentido del olfato pues los matorrales en flor, en primavera, despiden ese aroma dulzón y sutil que, al respirar hondo, termina embriagando.
Una vez se llega hasta aquí, las ganas de quedarse y contemplar desde allí ese momento mágico del atardecer juegan con nuestra voluntad de viajero, pero conviene no sucumbir a esa impronta de quedarse allí parado. Quedan a poca distancia más rincones que ofrecer a los sentidos.
En el mismo embalse de Ricobayo, en el salto de agua, la panorámica resulta tan abrupta como poderosa. Una conjugación extraña entre aquello que el hombre construye con hormigón para dar cabida a sus necesidades y la naturaleza sesgada y anegada por una inmensidad de agua.
Se forma una garganta por la que discurre el agua como sabiendo hacía dónde se dirige, un caudal seguramente más grande, más profundo...
Es en lugares como este donde sientes tu pequeñez frente a una naturaleza que siempre sabe cómo abrirse camino. La altura y el agua no dejan indiferente la mirada que casi siempre termina perdiéndose en lo difuso del horizonte.
Pero quizá lo curioso de este” itineres” por la Tierra del Pan y del Vino en Zamora, son esos pueblos pequeños camino de Portugal. Cerezal del Aliste, Videmala...pueblos que, al patearlos, pareciera que “ lo urbanizable” fuera una asignatura pendiente. Las calles discurren sin demasiada preocupación por la viabilidad, tan pronto subes como bajas por callejuelas estrechas notando la mirada curiosa de los habitantes que, al saberte forastero, se preguntan qué haces por allí o de quién eres pariente.
La mujer en esta comarca, aún viste con ropas oscuras y pañoletas en la cabeza. Aquí se tiene la sensación de que en esa sencillez de vida que llevan sus habitantes, las décadas no han pasado.
Y puede que, en realidad, no les haga falta demasiado que eso que nosotros hacemos llamar “progreso”, llegue hasta su pueblo. Cuándo ves a estas personas viviendo vidas sencillas y siguiendo siempre una rutina, al tiempo que ves sus rostros sonrosados y curtidos, llegas a la conclusión de que están en el lugar que quieren estar, algo que no siempre muchos pueden afirmar.
Envidiable es, si pensamos que viven en un paraje de inviernos rudos pero de tiempo estival moderadamente caluroso, que con las comodidades justas y las necesidades cubiertas, encuentren en su modo de vivir la siempre anhelada felicidad.
Pero, inevitablemente, como viajero te marchas de allí, dejando atrás esas miradas curiosas que encontraste al llegar. Ellos seguirán con sus vidas sencillas, tú en cambio, como viajero, sientes que debes seguir tu camino, intentando encontrar algo más, más sensaciones que completen un día y una ruta que iniciaste con el sol bien alto y que va queriendo meterse.
Por eso y aprovechando que estamos en la tierra del Vino de Toro, qué mejor sitio para contemplar una puesta de sol que la hermosa balconada de Toro junto a su Colegiata.
Este lugar es un deleite para quienes quieren ver más allá de lo que tienen delante.
La Vega del Duero, tan fértil, tan espesa y el río serpenteando, son el marco perfecto para dar a esa hora mágica del día que es el ocaso, un encuadre sereno a nuestros pasos.
Pero Toro, es mucho más. Es contraste; es silencio al tiempo que algarabía. Es tradición al tiempo que se sube a la modernidad. Es pueblo al tiempo que se insinúa villa grande y populosa. Es, por supuesto, vino al tiempo que agua, la del Duero que lo rodea.
Cabe mencionar, porque así lo propició la casualidad en este viaje, la romería que realizan los Toresanos a la ermita de Santa Maria de la Vega en honor al Cristo de las Batallas el día 23 de Mayo en la vega del Duero, en la parte baja del pueblo pasando el puente. Es un día festivo en esta localidad que permite al pueblo hacer una fiesta campestre similiar a la de El Rocío, salvando, afortunadamente, esas exageraciones desmesuradas de los fieles andaluces, siendo los toresanos mucho más sobrios pero igualmente solemnes frente a su particular devoción y tradición.
Y, siendo Toro, tan especial, tan de contrastes y tan festiva, sólo cabe esperar y desear que su pulso no decaiga como el de tantos y tantos pueblos donde el trabajo sale fuera en lugar de quedarse dentro.
Pero eso, es otro cantar. Conviene, al menos, saber que existen lugares a los que llegar, ver y saborear. Por tierras de vino y pan zamoranas, estas tres cosas...están garantizas. Sin duda una ruta más que recomendable.


Pilar Martinez Fernandez ( Mayo 2010)

Por tierras de Vino y pan en imagénes







Algodre








Pantano de Ricobayo ( Muelas del Pan)












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Panorámicas de Toro ( Zamora)