jueves, 8 de octubre de 2009

Boñar, mucho y más
















Tres elementos en la plaza de Boñar: el maragato en la torre, El Negrillón y la fuente.







Fuente en la plaza Mayor.

Boñar, un reloj al pie de la montaña


En Boñar pareciera que el tiempo no importara. Transcurre con esa calma que se experimenta cuándo el alma deja atrás el bullicio que lo apremia.
Es por tanto, lugar para detenerse antes de emprender camino hacía esa montaña que el paisaje ya nos va anunciando.
Imaginemos un domingo cualquiera, a una hora de la mañana en la que el sol comienza a jugar con sus rayos por encima de los tejados. De pronto, un tintineo campanero marca las horas en la plaza silenciosa.
Alzamos la vista y, allí quieto y al tiempo tímido, vemos un muñequito de madera que sin marcar las horas, figuradamente pareciera que las anunciara a viva voz. Es el maragato en la torre, como dice la jotilla de Boñar. Un curioso muñeco articulado vestido al uso maragato de quienes se decía eran arrieros y vendedores ambulantes, y hecho de madera de un peral que había, según cuentan algunos en el lugar, en un huerto del pueblo.
Y, al lado, envejecido, al tiempo que fosilizado por el resignado destino que la propia naturaleza le ha dado, “ El negrillón”. Un enorme tronco de árbol seco, familia de los olmos y condenados todos ellos a la enfermedad de la grafosis, que aún quiere permanecer entre los boñarenses que recuerdan con nostalgia aquellos días en los que presumían de necesitar varios hombres para abarcar el contorno del árbol centenario.
Es una tentación a la que es difícil resistirse; imitar a aquellos hombres e intentar abarcar el grueso tronco, pero caes en la cuenta de que su envergadura te hace a ti muy pequeño e imaginas otro tiempo más glorioso para ese árbol, cobijando bajo su sombra al cansado, al montañero, al niño, al labriego, a la mujer, a todo un pueblo uno a uno...y, no es extraño dejarse invadir por la pesadumbre al tocar su sequedad con la punta de los dedos.
Archivos parroquiales datan la existencia del negrillón en Boñar desde hace algo más de cuatrocientos años. Demasiado tiempo con su presencia en esa plaza como para eliminarlo a pesar de estar seco. Dejaría un vacío no sólo físico en la propia plaza sino también en la memoria de la gente. Cuándo algo pasa de ser algo corriente a algo extraordinario por su perdurabilidad en el transcurso del tiempo, se convierte en emblema en un lugar. Quitar ese emblema, es mutilar en cierto modo lo que identifica al pueblo, a la gente, a ese sentir único y común que otorga una identidad singular y diferente de la cual es fácil enorgullecerse. Es fácil comprender por este motivo que, a pesar de permanecer “ El Negrillón” fosilizado por la sequedad que provoca lo inerte y sin vida, siga muy presente en Boñar, en su plaza y por supuesto, en el corazón de los boñarenses.
La jota de Boñar nos habla, no obstante de dos cosas que, efectivamente tiene en su plaza, pero hay dos cosas más que marcan también su diferencia en este alto en el camino: una fuente que en principio fue un pilón en el que se daban de beber a los animales, y una estatua de dos hombres estrechándose la mano escenificando aquellos tratos a los que se llegaban en las ferias de ganado a modo de contratos y que terminaban sellándose con firmes estrechamientos de manos. Para quién observa a los dos hombres después de conocer su simbología, es también una muestra de concordia hacía quien hasta Boñar le traen sus pasos.
De la fuente, ¡ qué decir¡. Algo tiene esa agua fresca que sale del caño, quizá sea su frescura, su sabor a montaña, o tal vez alguna propiedad añadida que otras aguas no tienen, quién sabe. Pero la boca lo agradece y el cuerpo se vivifica para seguir el camino.
Por todo ello, es Boñar un camino más al que llegar y observar detenidamente y con calma, un reloj que marca las horas a pie de montaña, un árbol “ El Negrillón” bajo el que descansar jugando a ser pequeño ante el recuerdo de su majestuosidad en otro tiempo.



Pilar Martínez Fernández.
( Agosto 2009)

Iscar: Villa Medieval




Mercado medieval en el patio de armas del castillo de Iscar.






Juramento del alcaide de la fortaleza año 2009, Javier Pérez Andrés, periodista y director de la revista " ARGI".

























Torre del homenaje del castillo de Iscar. Actuaciones y teatralizaciones en su interior.


















trabajando el vidrio a fuego.





















Catapulta preparada para una demostración de asalto al castillo



Un viaje en el tiempo a ese pasado medieval del que fueron testigo las piedras del castillo de Iscar. Todo un despligue de medios por parte del pueblo y ejemplar voluntad para recuperar y devolverle sobriedad a su fortaleza trayendo a nuestros días ese acontecer medieval cada vez más conocido gracias a este tipo de iniciativas turísticas al tiempo que culturales y divulgativas.
REPORTAJE GRAFICO: Pilar Martínez Fernández ( Julio 2009 ).








Iscar: vuelta al medievo


Una de las épocas que más atrae últimamente recrear y traer al presente es la Edad Media.
Mercados, representaciones, calles de pueblos decoradas, gente ataviada con trajes de labranza, caballeros, damas, escuderos, mercaderes, animales...todo aparece de pronto en un lugar como si de un plumazo hubieran retrocedido en el tiempo y se instalaran en pleno medievo.
En realidad y aunque la ilusión nos lleve a pensar que por arte de magia un pueblo puede hacer tal regresión en el tiempo sin más, lo cierto es que en muchos casos se trata de un golpe de tuerca para promocionar ese atractivo que ya de por sí tienen muchos pueblos e incluso para mostrar los vestigios que conservan de aquellos tiempos, dicho de otro modo, una ocurrente manera de ensalzar lo que se tiene y al mismo tiempo de llamar al visitante y dar proyección al lugar haciendo que por unos días, unas calles, una muralla o una fortaleza, sean el escenario perfecto de la rutina y sociedad medieval.

Un ejemplo de ello es Iscar, un pueblo al sureste de Valladolid que limita con Segovia, en plena Tierra de Pinares.
En lo alto de uno de sus cerros tiene un castillo gótico del siglo XV asentado, según afirman, sobre ruinas del siglo XIII con una torre del homenaje cuya singularidad es un planta pentagonal en piedra de sillería y rodeada por una muralla que ocupa todo el perímetro de dicho cerro.

En 1998 después de cierto aletargamiento con respecto a la conservación del rico patrimonio artístico y arquitectónico que posee Castilla y León, se descubren algunas estancias del castillo y desde ese momento hasta hoy, todos los esfuerzos se aúnan para trabajar en su continua rehabilitación, motivo que ha llevado a la villa de Iscar a celebrar durante once años consecutivos una feria medieval.

Una feria para una noble causa

En la edición de este año 2009, durante los días 4 y 5 de Julio el castillo de Iscar volvió a convertirse en toda una fortaleza del medievo. En su XI edición, el lema fue “ Maestro y aprendiz”, una temática cuya pretensión fue traer a nuestros tiempos aquellas viejas costumbres y oficios que marcaron la cotidianidad de una sociedad artesana por antonomasia pues, del mismo modo que eran capaces de elaborar quesos, dulces o jabones para su propia autoabastecimiento, podían trabajar con maestría el cuero, los metales, el cristal o incluso el mármol para hacer figuras.
La idea, un año más, no se centró en hacer una feria comercial, sino de trabajo. He aquí lo llamativo de esta feria y retrospectiva al pasado en la que se envuelve Íscar. No se trata de un mercado en el que comprar, simplemente. No; las normas de la feria establecían muy explícitamente en su programación el fin principal: la recaudación a través de la venta en los diferentes puestos de sus artículos, tales como collares, pulseras, dulces, quesos...etc, para continuar con la rehabilitación del castillo, presentando a su vez oficios antiguos con el propósito de rememorar y a la vez ilustrar sobre ellos en el presente.
Cabe decir que, todos los oficios y artes medievales, llegan a nuestro tiempo como no puede ser de otra manera: como un legado trasmitido de generación en generación de padres a hijos. De ahí el lema “ Maestro y aprendiz”. Tan necesario es el maestro como aquel que está dispuesto a aprender para no perder viejos oficios.
Así se trató de hacer en esta feria y a quién hasta allí se acercó pudo ver, por ejemplo, a un escultor trabajando en mármol a golpe de cortafrío y martillo, a un artesano dando forma al cristal con fuego, talleres de cocina tradicional, de alfarería, de imprenta, de extracción de resinas, de caligrafía, de elaboración de pan, queso...
Pero, del mismo modo, es llamativo y digno de mencionar otra singularidad de esta feria medieval; para comerciar en el mercado, durante esos dos días, los euros se convirtieron en maravedíes, acuñados especialmente para esta feria.
Se trató simplemente de una recreación más sin que hubiera coste añadido o gravamen para los artesanos y los compradores. En un puesto se ubicó una banca dónde se efectuaban los cambios además de haber cambistas por todo el recinto ferial situado en el castillo.

De armas y caballeros

Pero una feria medieval sin caballeros y armas, no es completa. En las inmediaciones del castillo de Iscar también pudo verse una escuela de caballeros en la cual se hicieron pruebas de formación y entrenamiento.
De igual manera, hubo demostraciones y prácticas de trabuchete, tiro con arco, espadas, tiro con catapulta e incluso, ya más con carácter de juego para los niños, pequejustas.
Y como no podía faltar en toda recreación medieval que se precie, hubo hasta nombramiento de caballeros y juramento del alcaide de la fortaleza, recayendo esta vez tan honorífico cargo en el periodista y director de la revista ARGI, Javier Pérez Andrés, quién en su alocución juró preservar la fortaleza con entusiasmo y determinación durante todo el año que durara su mandato.

Todo un teatro

Si algo puede resumir con absoluta rotundidad los dos días que vivió Iscar y los iscarienses en torno a su castillo y su feria medieval, es el teatro en toda su más amplia recreación.
La fortaleza, ya de entrada ofrece el mejor escenario para meterse sin mucho esfuerzo en un ambiente totalmente costumbrista de tan remotos tiempos, pero es encomiable el esfuerzo y el despliegue de medios que pudo verse durante la XI Feria Medieval de Iscar, pues consiguió una vez más envolver al visitante que llegó como mero observador y se marchó conociendo los usos y costumbres medievales gracias a la teatralización constante de todo aquello que fue cotidiano en la Edad Media, un ejemplo que, afortunadamente, siguen hoy muchos pueblos en España y que sirve una vez más para no perder nuestro bagaje cultural e histórico.



Texto: Pilar Martinez Fernandez.
Información: Oficina Municipal de Turismo http://www.villadeiscar.es/
983.612.703

miércoles, 7 de octubre de 2009

Valdorria, paraje para el eremita





















































































































Valdorria

En el corazón latente de la montaña leonesa, dónde el río Curueño serpentea acariciando las piedras y peñascos de las Hoces de Valdeteja, nos espera el pueblo de Valdorria con la serenidad propia de esos lugares escondidos pero no invisibles que guardan humildes su encanto al intrépido viajero.Acceder a él tras dejar atrás la cascada de Nocedo, con una caída en forma de cola de caballo de 15 metros, es aventurarse a conocer un paraje sorprendente a pesar de rodearse de cumbres modestas.Debe su nombre al pico homónimo Valdorría, un peñasco desafiante que se alza por encima de las callejuelas y casas que forman este pueblo montañés y en el cuál viven todo el año siete familias. Ni en los días más señalados del año, fiestas de guardar y celebraciones familiares, cuentan los propios vecinos que llegan a reunirse más de cien personas. Lo confirma el párroco de la Iglesia de San Ramón Nonato diciendo con no poco pesar que su iglesia sólo consigue llenarse de más feligreses con las misas de los días en honor a los patronos del lugar; 31 de agosto San Ramón Nonato, qué dicho sea de paso, se hace llamar dicho santo “ nonato” por nacer sietemesino y por césarea, y el 2 de Mayo día de San Froilán, del cuál se cuenta que eligió este lugar como retiro eremítico en una cueva a la que accedía tras hacer él mismo 365 escalones en piedra aprovechando la orografía de la propia montaña.
Fue, precisamente, este particular modo de vida elegido por el santo en este lugar de la montaña leonesa, lo que finalmente propició la construcción de una pequeña ermita en su nombre en un escarpado bastante pronunciado, al tiempo que privilegiado por la panorámica que se abre después del voluntarioso esfuerzo que se hace en la escalada.De este santo también cabe decir que llegó a ser obispo de León, de ahí que esta ciudad le tome como patrón y celebre sus fiestas también en su honor.Pero quizá lo interesante de Valdorria, además de su esplendorosa panorámica, su generosa naturaleza y la espectacularidad de sus atardeceres, tornándose la montaña de un cromatismo caprichoso, debamos buscarlo en el propio corazón del pueblo; en sus gentes y en su rutina.Valdorria solo tiene un bar, y como no podía ser de otra manera, se llama “ San Froilán”. No es difícil encontrarlo; desde el pequeño atrio de la iglesia, una callejuela en bajada discurre hacía el centro del pueblo dónde se encuentra este club social y punto de encuentro, no sólo para los escasos habitantes del lugar, sino también para quienes llegan hasta allí en coche o bien sendereando por el paraje.No hay duda que es allí dónde podemos conocer la rutina de este lugar, el reflejo genuino de un modo de vivir atrayente para el que va de paso, sobre todo en verano, pero de marcado carácter para la gente autóctona por la crudeza a la que les somete un entorno que llegados los fríos, acostumbra a quedarse aislado.Es Valdorria, pues, un lugar que merece la pena conocer con los cinco sentidos abiertos para comprender que la naturaleza en sus más altozanas cumbres, puede ofrecer retiro, contemplación, silencio y también la cálida acogida de sus gentes que precisamente por vivir tanto tiempo aislados, agradecen conversar con el viajero.

¿ Cómo llegar?
Desde León, llegar hasta Boñar. Tomar la CL-626 hasta La Vecilla para continuar por la CL-321 hacia Puerto de Vegarada. Al llegar a las Hoces de Valdeteja a la altura de Nocedo de Curueño, una carretera sale a la izquierda indicando “ Valdorria”. Tomar esa carretera y tras un empinado puerto se llega al pueblo.
Visitas recomendadas
La subida a la ermita de San Froilan cuyo camino comienza en el mismo pueblo y es preciso subir 365 escalones. No es una subida escarpada ni de dura dificultad. El ascenso se hace en poco más de media hora a ritmo moderado. Se aconseja seguir el trazado marcado sin buscar atajos.
La Iglesia de San Ramón Nonato. Guarda el encanto de las pequeñas iglesias parroquiales de los pueblos y su párroco es un hombre muy solícito y predispuesto a recibir a quien quiera visitar el pequeño templo tras la celebración de algún culto.
Callejear por Valdorría, sin duda recomendable además de beber de la fuente del pueblo para saborear el más puro agua de montaña.
Una parada en el Bar San Froilán para conocer in situ el pulso y sentir de las gentes sencillas de este pueblo.

Panorámicas de la montaña leonesa a la altura de Hoces de Valdeteja y Valdorria, dónde se encuentra tambien la cascada de Nocedo de Curueño.
Reportaje gráfico y texto: Pilar Martínez Fernández ( Septiembre 2009).

Tordesillas, un pasado muy presente



Pocos pueblos pueden presumir con la rotundidad que lo puede hacer Tordesillas, de haber sido villa de tratados, refugio de una reina y hoy cruce de caminos en el corazón de la vasta Castilla.

El gran padre Duero, imperturbable y al tiempo sereno, ha sido testigo de cuánto aconteció en este pueblo alzado a su vera.
Si el río nos hablara a través del lento discurrir de su corriente, podría muy bien contarnos páginas fehacientes de un pasado escrito en los libros de historia.

Fue para la reina Juana I de Castilla un lugar en el que abandonarse y aislarse del mundo después de que su padre Fernando el Católico la dejara allí recluída en el Real Monasterio de Santa Clara, fue también lugar de importante firma y acuerdo, el famoso Tratado de Tordesillas, firmado en 1479 entre las coronas castellana y portuguesa y en el que se ponía fin no sólo al litigio que se mantenía tras la muerte de Enrique IV con la sucesión al trono castellano por parte de Isabel la Católica y Juana la Beltraneja, sino también con el reparto de los derechos de navegación y conquista del Océano Atlántico con la vecina Portugal.

Es por tanto Tordesillas, un cruce de caminos en el que detenerse antes de seguir hacía el Sur o hacía Portugal si se viene del Norte, ya no sólo por lo mucho que aconteció en el pasado, sino también por lo que acontece en el presente pues si algo sabe Tordesillas, es aprovechar sus baluartes para enseñar a propios y a ajenos, una identidad heredada de otros tiempos y preservada del olvido.

Una vez más, por Octubre, el primer fin de semana para más señas, los tordesillanos o turresilanos, gentilicio este menos usado pero de interesante origen pues se debe a la antigua denominación de la villa con el nombre latín de Turresellarum, engalanan su pueblo al más puro estilo medieval, ataviándose al uso de aquellos días cuándo “ su reina Juana”, contemplaba melancólica y cautiva desde su torre monástica el discurrir de la vida de su pueblo.

Este año, si Tordesillas necesitaba aún más motivos para celebrar su tradicional Mercado Medieval, se le ha unido la conmemoración del V Centenario de la llegada de la Reina Juana I de Castilla al pueblo de Tordesillas, un homenaje a medio camino entre lo noble y lo amargo por cuánto ha trascendido a lo largo del tiempo de la controvertida personalidad de esta reina castellana, pero que una vez más le ha dado realce y un mayor contexto histórico a un evento de marcado carácter tradicional pues si en algo ya goza de cierta veteranía Tordesillas, es en organizar este tipo de iniciativas culturales y divulgativas en torno a una época pasada de recomendable conocimiento por sus costumbres y usos.

En esta transfiguración a la Edad Media, los tordesillanos no escatiman en imaginación y, por supuesto en participación. Durante dos días, Tordesillas es puramente medieval: puestos artesanos, vendedores ambulantes, caballeros a lomos de caballos, justas, danzas, nobles damas, campesinos y campesinas, calles encintandas, tapetes en las balconadas, olores, sabores, juegos...nada parece dejarse en el olvido para envolver a propios y visitantes en un escenario del medievo.

Pero detrás de todo este despliegue de ingenio, ilusión y empeño para sumergir a todo un pueblo en un contexto histórico y social tan interesante, culturalmente hablando, existe una controversia de la que conviene hablar pues para Tordesillas, y más en concreto para los tordesillanos, la reina Juana I de Castilla, no sólo es un emblema para ellos, es también un personaje al que quieren devolverle esa dignidad que siempre se ha visto trastocada bajo el apelativo de “ loca”.


Es justo pues hacer un importante inciso en este sentir del pueblo para completar la auténtica visión que Tordesillas pretende dar de la conmemoración del V centenario de la llegada de la Reina Juana I de Castilla a este pueblo a orillas del Duero.

Juana I de Castilla, reina y enamorada.

No le falta razón a quién piensa en Tordesillas que la reina Juana no estuvo tan loca como cuenta la historia. Quizá sólo sean teorías motivadas por el cariño entrañable que le guardan a “ su reina” los tordesillanos pero lo cierto es que, no es descabellado pensar que fue victima del propio acontecer de su tiempo.

Es totalmente factible que Juana no se volviera realmente loca. Loca de amor, seguramente, pero no menos ni más que cualquier mujer de su tiempo cautivada por su enamorado, no en vano siempre se ha dicho del amor que provoca un punto de locura.
Pero lo que se barrunta en torno a esta reina es que su enamoramiento fue enfermizo, celoso y posesivo hacía su esposo Felipe el Hermoso.
Quizá lo que la diferenció de otras mujeres en aquel tiempo, fue el modo de dar rienda a sus sentimientos y a su amor. Esa premura en su matrimonio ante la efervescente pasión que sentía por su amado, su fogosidad y sus celos ante los escarceos licenciosos de su marido, en una mujer de aquellos días y reina para más realce, estaba mal considerado y era hasta censurable, tratándose esos asuntos con el hermetismo propio de una sociedad marcada esencialmente por la supremacía del hombre sobre la mujer y con unos prejuicios siempre desfavorables para ella.

Si a esto le añadimos que como reina, tampoco fue mejor tratada pues la despojaron de sus derechos en favor de su hijo, cabe llegar a la conclusión de que fue una mujer ignorada en sus sentimientos y en sus capacidades, obviando su corazón y su inteligencia hasta el punto de someterla a la más profunda frustración personal y emocional.

Evidentemente, la historia nos cuenta que vivió encerrada en la torre del Real Monasterio de Santa Clara hasta su fallecimiento en 1555 con 75 años y que no vivió abrazada a la cordura durante esos largos 46 años de cautividad, pero cabe preguntarse quién es capaz de vivir tantos años encerrado sin perder al menos un ápice de la razón.

Así pues, no es ninguna barbaridad llegar a la lógica conclusión de que Juana I de Castilla, no estuvo realmente loca, sino que simplemente sufrió el estigma de ser una mujer inteligente encerrada en un mundo dónde el hombre escogía y la mujer era escogida, tanto en el amor como en cuestiones de gobierno.

Algo sí es cierto, Juana I de Castilla fue una mujer con una personalidad controvertida a quién en gran medida le impidieron ser feliz. Su supuesta locura, pues, un velo cómodo con el que tapar el menosprecio y la cautividad a la que le sometieron tras despojarla de cuánto para ella pudo ser importante en su vida.

Afortunadamente su pueblo, nunca dejó de considerarle reina de los castellanos a pesar de que Los Comuneros no consiguieron, como era su deseo, devolverle a Juana esa dignidad y su trono en parte porque ella misma había caído en completo abandono y por la tremenda derrota en Villalar en 1521.

Es justo pues celebrar este V centenario de la llega a Tordesillas de la Reina Juana I de Castilla pero dándonos al mismo tiempo la oportunidad de comprender la historia desde otra lógica no escrita pero, posiblemente, más justa.

Pilar Martinez Fernandez

martes, 6 de octubre de 2009

Descubriendo el palomar en Tierra de Campos







Réplicas de palomares. Exposición de Carlos Tola en el Centro de interpretación del palomar de Santoyo.



Centro de interpretación del Palomar en Santoyo ( Palencia)








Palomar circular con palomas zuritas en el cortavientos.


















Cortavientos de un palomar circular
























Interior de un palomar con sus nidales























Palomero en un palomar de Frechilla ( Palencia)
Una mirada curiosa hacía el mundo del palomar, sin duda mucho más que una arquitectura popular y una estampa semiderruída hoy en muchos de nuestros pueblos castellano leoneses. El adobe de muchos de los palomares que circundan no sólo en Tierra de Campos palentina, sino en otros lugares de Castilla y León, vuelve a la tierra de la cúal emergió en su día con gran poderío e ingenio en parte por el desuso pero también por el escaso conocimiento y apego que se le tiene a lo que formó parte de nuestros usos y costumbres.
Aún es tiempo de remediar la progresiva pérdida de estas curiosas edificaciones terracampinas al tiempo que se conoce su interior.
reportaje gráfico: Pilar Martinez Fernandez

Palomares

Descubriendo El Palomar en Tierra de Campos palentina.

Cuentan de quienes alzaron del barro los palomares en Tierras de Campos, que el hambre dio lugar a la agudeza del ingenio a la hora de construirlos. Descubrieron que si se entretenían en complicar la obra con celosías curiosas en los cortavientos o levantando más tejadillos, los días de construcción se alargaban y por tanto les duraba más el trabajo y mayor era la cobranza.
Algo de cierto se intuye que hay en esta teoría pues aunque la arquitectura popular suele acompañarse del libre albedrío, en el caso del palomar es aún más llamativo el hecho de que haya dado lugar a tanta variedad en sus formas, consiguiendo en muchos casos una geometría cuándo menos curiosa si se tiene en cuenta que a sus constructores les movía más el sentido práctico que los conocimientos matemáticos y geométricos.


Afortunadamente, en Tierra de Campos palentina, son muchos los palomares que se conservan. Algunos son meros esqueletos buscando de nuevo la tierra de la que surgieron, pero los que aún persisten en su lozanía y sobriedad al más puro estilo castellano, se asemejan a un faro que, rendido a merced del tiempo, sobrevive a la desidia de cuánto se acostumbra a olvidar cuándo deja de formar parte de lo cotidiano.



En otro tiempo, realce y abolengo para el rico que lo tenía entre sus vastas posesiones y medio de vida para aquellos que lo trabajaban y mantenían para el amo, el palomar escribió su episodio de historia en el acontecer costumbrista de una época en la que la paloma no era esa ave que hoy tanta controversia desata en las ciudades con su presencia en azoteas, sino un elemento al que asociarse y procurarle un hábitat idóneo para obtener beneficios económicos e incluso de recreo.
Y es que, la paloma, para aquellos que comprendieron como nadie su instinto y potencial, ofrecía cuatro posibilidades en unos tiempos dónde cualquier recurso era bienvenido para mantener el pulso de una sociedad tan desigual como austera.
Desde los palominos y pichones como valor culinario, pasando por la pluma como relleno, los excrementos o palomina para abono de la tierra y terminando por el tiro al pichón como deporte, la cría y el mantenimiento de palomas en un palomar generó una actividad económica de la que se valieron no sólo la familia rica que los poseía, sino también esa población que circundaba alrededor de los palomares. Allí dónde existían palomares, había vida y trabajo.
Hoy, son pocos los palomares que mantienen viva esa costumbre. Las generaciones que posteriormente heredaron los palomares, poco a poco dejaron de darle ese realce que tuvieron en su esplendor dejándolos morir lentamente.



Pero, afortunadamente no todo se ha terminado perdiendo. Aún existen abundantes reductos de palomares que nos pueden mostrar su interior en pleno corazón de Tierra de Campos palentina. Una de las más prolíficas en la conservación de este elemento arquitectónico popular.

Una puerta, una llave y un mundo por descubrir


En pueblos como Castromocho, Frechilla, Guaza de Campos y otros tantos de Tierra de Campos palentina que se pueden encontrar si se siguen las diversas rutas de palomares, es posible hallar puertas con llaves antiguas guardando silenciosamente la vida aún latente de un palomar.


Escudriñar dentro de un palomar, es adentrarse en una oscuridad silenciosa dónde inevitablemente el hombre es un elemento perturbador de la calma que reina entre las gruesas paredes de adobe. Apenas unos cuántos haces de luz que se cuelan por las troneras, dejan ver, cuándo finalmente la vista se acostumbra a tanta penumbra, los nidales excavados alrededor de los muros.


Pero los secretos de un palomar, aún agudizando todos los sentidos, no están a simple vista. Hace falta conocer de quién más sabe, todo lo que puede llegar a albergar ese silencio sombrío que da cobijo a las palomas arropadas por el adobe.



El palomero, viejo oficio casi extinguido

No hay palomar bien guardado sin la figura vital y apasionada de quién lo custodia y cuida con celo. El palomero, hombre de cuyo oficio puede decirse que en estos tiempos es más por afición que por dedicación, no en vano corre el peligro de extinguirse con la misma desidia generacional que afecta al propio palomar, es hoy un testigo apasionado de una tradición y cultura popular heredada al que merece la pena preguntar y escuchar para interpretar mejor nuestro pasado y sus costumbres, aspectos que bien podemos encontrar en libros de historia pero no con esa sabiduría popular nacida y curtida a partir de la impronta necesidad de subsistir.
Así, por ejemplo, el palomero sabe diferenciar unas palomas de otras, siendo la habitual del palomar en Tierra de Campos, la paloma Zurita cuya cría es el palomino y no el pichón, como vulgarmente se puede creer. Los pichones son las crías de la paloma “ bravía” y que ha dado lugar a la “ doméstica” que se encuentra en las ciudades. La paloma “ Torcaz, “ por otro lado, no vive en los palomares, sino que habita y hace sus nidos en los árboles de los parques etc.
De igual manera, el palomero sabe cómo y cuándo debe procurarle alimento a las palomas en unas épocas más que en otras dependiendo de los tiempos de siembra y recolección en el campo, así como mantener limpio el palomar para evitar su insalubridad no sólo en favor del propio palomar sino también de las propias aves.
Pero su habilidad más singular es el modo en que accede a los nidales. Un palomar bien construido debe tener una anchura adecuada entre las paredes de adobe de sus pasillos para que el palomero pueda, sin dificultad, trepar por ellas a modo de escalada vertical ayudándose de los huecos estratégicamente distribuidos como nidales, así sea el palomar circular, rectangular o poligonal.


Aún así y pese a la invasión del palomero en la vida tranquila de un palomar y sus nidales, las palomas, curiosamente aceptan su intrusión porque por instinto saben que también es quién les proporciona alimento y un lugar tranquilo donde cobijarse y reproducirse. De ahí que, a pesar de emprender el vuelo por la vasta llanura de Tierra de Campos, la paloma Zurita siempre regrese al palomar.


Vista la estampa del palomar colmada de vida en el paisaje terracampino palentino, tan sólo nos hace falta encontrar una última interpretación de tan singular simbiosis entre hombre, animal y arquitectura.

Centro temático del Palomar en Santoyo


Diversas pujanzas llevaron hasta Santoyo el centro temático del Palomar del que es director científico Miguel Angel Castro Espinosa, quien en su cruzada por la difusión del palomar, propuso este proyecto en un principio como el mejor modo de dar a conocer una de las tradiciones más ancestrales de Castilla y León; la cría de palomas. Tierra de Campos Palentina, afortunadamente conserva buena parte de esta arquitectura popular castellana, de ahí que finalmente el gato al agua se lo llevara Santoyo al apostar sin ambages por tan noble e interesante divulgación.
Y, bien puede decirse que lo consigue. Si conocer un palomar in situ en cualquier pueblo de Tierra de Campos ya de entrada nos muestra la singularidad de una forma de entender la vida en otro tiempo, este centro de interpretación completa esa visión con el rigor propio de cuánto se desea aprender con más detenimiento.
En una primera sala, una voz virtual nos sitúa en el propio pueblo terracampino: Santoyo, villa que como dato curioso se jacta con merecido orgullo de conservar la partida de Nacimiento y Bautismo de Felipe II y que puede verse precisamente expuesta.
Seguidamente y con un itinerario relativamente corto pero interesante a cada paso, se explica al visitante la construcción de un palomar en sus más exhaustivos detalles, tales como los materiales, las formas o la propia distribución interior de esta arquitectura valiéndose de la réplica de un “ pasillo “ o “ calle” con sus nidales perfectamente distribuidos al tresbolillo (En filas paralelas, de modo que las de cada fila correspondan al medio de los huecos de la fila inmediata).
De igual manera, una serie de audiovisuales y paneles explicativos dan ocasión al visitante de alimentar su interés, mostrándole curiosidades como las diferentes clases de palomas que pueden darse en el hábitat castellano y su aprovechamiento, fotografías de palomares en las cuales se puede apreciar su singular geometría plantar: cilindros, prismas o pirámides, e incluso rutas que pueden seguirse por Tierra de Campos Palentina para descubrir y apreciar esta singular arquitectura popular.
El punto y final, no por ello menos interesante, lo pone una bonita exposición de palomares en arcilla del artista Carlos Tola dónde se puede apreciar con cuidada sutileza ciertos detalles y usos cotidianos que circundaban al palomar y al acontecer de otro tiempo.
Aconsejable sin lugar a dudas la visita a este centro temático para quienes después de seguir las sendas palentinas en busca de palomares, deseen encontrar el referente de aquello que formó parte de nuestro pasado y sus costumbres.





El palomar, levantado a partir de barro, hoy como ayer quiere seguir siendo faro guía en nuestro mar de campos. Descubrirlo y conocerlo es sin duda el mejor modo de no dejarlo morir hundido en la tierra a merced del olvido, y Palencia, en su extensión por Tierra de Campos, con todos los palomares que conserva y el centro temático del palomar de Santoyo, nos ofrece ese descubrimiento. Una vez más se precisa lo más fundamenteal: curiosidad e interés.


Pilar Martinez Fernandez


Reportaje gráfico: Pilar Martinez.

Agradecimientos:

Miguel Angel Castro ( Director científico Centro Temático del Palomar de Santoyo)
Jesús López ( Palomero y guía en esta ruta)
Regina de Castro ( Alcaldesa de Frechilla)
Bernardo Tejido ( Alcalde de Santoyo)
Carlos Tola ( Artesano del palomar en arcilla)

Información de interés:

Centro Temático del Palomar SANTOYO
C/ Mayor 8 Tfno 616 475 307
www.dip-palencia.es/santoyo
e-mail: ayto-santoyo@dip-palencia.es
Tfno y Fax Ayto de Santoyo: 979 810 702

Carlos Tola Prádanos
Artesanía en Arcilla
Tfnos 979 73 03 51 686 117 611
e-mail carlos_t_p@hotmail.com

lunes, 5 de octubre de 2009

Mercado medieval " Tordesillas 2009"


Plaza Mayor de Tordesillas.
Mercado Medieval 2009


























Puestos con piedras, joyas, amuletos, articulos de artesanía, dulces...







Recreación de un juego infantil








Una familia al completo ataviada con trajes de la época.


































Puesto de esculturas.



















Taberna al más puro estilo medieval en la C/ Santa Maria.














Bodegueros de la bodega familiar " Muelas de Tordesillas" con un prensador de uva.








"Muelas de Tordesillas".
Vende vino cosechado de su propio viñedo del Pago De la Peña.
Elaboran vinos blanco y tintos según antiguas técnicas, en roble y bodega subterranea bajo las marcas: " Muedra", "Inmemorial Osluga" y " Alidobas" bajo la denominación Vino de la Tierra de Castilla y León.

Un agradecimiento especial a esta bodega familiar tordesillana que tuvo la gentileza de mostrar a esta viajera fuera de horario de apertura al público sus instalaciones además de explicarle algunas particularidades de la elaboración del vino, la denominación de origen " Vinos de la Tierra de Castilla y León" y sus diferentes marcas a la venta.
Recomendable la visita a la bodega y por supuesto, recomendables sus vinos.
Reportaje Gráfico: Pilar Martinez Fernandez. ( Tordesillas, Octubre 2009).