miércoles, 30 de diciembre de 2009

Una cueva para Dios en Olleros de Pisuerga


Algunas veces, llegamos hasta ciertos caminos llamados por la espiritualidad. Dejamos que aquello que nos nace desde el misterio mismo de nuestra particular fe, nos lleve hasta ese lugar dónde por alguna razón sentimos que habita Dios. Para otros, sin embargo, puede ser simplemente pura singularidad, un lugar dónde hallar una conjunción armónica capaz de despertar sensaciones no esperadas y por tanto insólitas.
En Olleros de Pisuerga, un pueblo de la montaña Palentina cerca de Aguilar de Campoo, la simbiosis entre espiritualidad y singularidad sorprende tanto para el creyente como para quien simplemente busca signos de arquitectura sacra.
Excavada en la propia roca encontramos una ermita cuyo origen data del siglo VII. Pareciera que Dios hubiera escogido guarecerse en una cueva eligiendo para tal cobijo a los santos San Justo y Pastor para cobijarse con él.
No basta decir que se trata de un templo más en el que rendir culto a Dios. La ermita rupestre de Olleros guarda en su interior la cincelada paciencia de quienes excavaron en la roca de arenisca las diversas bóvedas y estancias.
Es según cuentan algunas guías turísticas, una de las ermitas rupestres más singulares y mejor conservadas de la cuenca del Ebro, aunque no debemos conformarnos con esta catalogación pues el hecho de que esté bien conservada, no se debe a la propia ermita sino a las gentes que generación tras generación, han procurado mantenerla no sólo bien conservada sino también activa y abierta al pueblo, como toda buena iglesia que se precie.
En este “ itineres” es preciso detenerse en las costumbres que la propia gente del pueblo aún mantiene en torno a la actividad propiamente dicha de “ su parroquia”.
La celebración de bautizos en la pila bautismal se convierte para los lugareños en todo un acontecimiento por la escasez de nacimientos, pero la tradición que más sorprende sin ninguna duda es la que acompaña a las defunciones.
En el interior de la ermita, se pueden apreciar unos canalillos recorriendo diferentes estancias de la cueva- iglesia. Esos canalillos, servían y aún sirven como aliviadero de lo que se da a conocer entre los oriundos de Olleros, “ las aguas del último suspiro”, que no es otra cosa que el agua con el que limpian al difunto cuándo lo amortajan. Es tradición y costumbre aún viva en esta comarca, de llevar esa agua mortuoria hasta la iglesia para que discurra por esos canalillos excavados entre la pared y el suelo de la cueva.
Otra cosa curiosa que también merece atención es una inscripción que existe en una losa de mármol cerca de la pila bautismal y que puede pasar desapercibida al visitante por estar escrita en latín. Reza así: Iesus homos, Cristo Deus. Jesús hombre, Cristo Dios. , Vivit, Regnat, Imperat, MCMI. Vence, Reina, impera, 1901. Osculamtibus, crecem hanc in ecclesia, positam it recitantibus pater indulgentia 100 diermun semel in die. “ los que besan esta cruz puesta en esta iglesia y los que recen un padrenuestro una vez al día, tienen 100 dias de indulgencia”.

Asi pues, buen viajero, si hasta Olleros de Pisuerga llegas, bien puedes comprobar si tal indulgencia por besar esa cruz en la ermita se cumple, pero tus pasos habrás de considerar por bien dados pues no es cosa baladí lo que a simple vista esta roca, preludio de la montaña palentina, guarda en su interior: un refugio de Dios para algunos, un lugar pintoresco para otros.
Texto: Pilar Martinez Fernandez.

Ermita rupestre de Olleros de Pisuerga















































Interior de la ermita, con la perspectiva curiosa del canalillo que alivia" las aguas del último suspiro".





















" un lugar de oración para el hombre, un refugio para Dios"
Reportaje gráfico: Pilar Martinez Fernandez.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Santa Eufemia de Cozollos





































Escultura del martirio de San Sebastián, el santo más tonto según cuentan; muerto a flechazos la primera vez, y resucitando para volver a entregarse voluntariamente y morir, la segunda vez, igualmente a flechazos.













San Andrés del Arroyo



























Detalle capitel románico en el claustro de la abadía San Andres del Arroyo.






















Vistas de la Abadía Cisterciense.









Románico Palentino

Palencia, senda Románica de Dios.

Seguir una senda es acudir en más de una ocasión a la llamada silenciosa que nos hacen aquellos lugares que guardan un tímido encanto.
En la provincia de Palencia, recóndita y al tiempo sugerente, suele darse esa máxima si nos dejamos envolver por lo que guarda entre sus campos de cereal y la desafiante montaña. A cada paso asoman ermitas, iglesias y abadías que nos invitan a penetrar en el interior de sus muros para descubrir no sólo el recogimiento y espiritualidad del lugar sino también la arquitectura románica en muchos casos en su estado más puro y característico.
La pregunta inevitable que cabe hacerse es por qué en la provincia de Palencia existen tantos vestigios de arte románico y tan íntegramente conservados en muchos casos.
Si tenemos en cuenta el hecho de que allí dónde las órdenes religiosas se asentaban, el cuidado de los muros y su alzado estaban garantizados, es fácil comprender que la agresión y el desgaste que produce el paso de tiempo fuera mitigada por el desvelo de aquellos que consideraban esos muros “ su casa”, pero cabe también tener en consideración a la propia tierra y sus rigores, pues la sobriedad de la piedra a la hora de alzar con ella muros en los que rodear al hombre en su necesario sentir y al mismo tiempo modo de vivir su espiritualidad hacía Dios, el estilo románico encajaba bien con el carácter castellano, sobrio, austero y con los rigores climatológicos de la tierra.
Es por tanto oportuno considerar a la provincia de Palencia , como la senda románica de Dios en la que aparecen, cuán motas a vista de pájaro, iglesias, ermitas y abadías de gran belleza arquitectónica.
Son muchos y singulares los lugares dentro de la provincia palentina en los que bien podemos detenernos si seguimos los diferentes “itineres” que nos salen al paso como viajeros buscadores de arte e historia, sin embargo en este capitulo y a modo de ejemplo, nos detendremos en dos: en la Abadía Cisterciense de Santa Maria y San Ándres del Arroyo en la comarca de Ojeda y el complejo rural de Santa Eufemia de Cozollos en el término municipal de Olmos de Ojeda.

Abadía cisterciense de Santa Maria y San Andrés del Arroyo


Llegar a esta abadía desde Alar del Rey es encontrar ese sosiego propio de lugares donde la vida trascurre dentro de unos muros marcada por el orden y el recogimiento.
Ya desde el pequeño jardín de la entrada desde el cual se espera a que la religiosa de turno abra la puerta para enseñarnos la abadía por dentro, la quietud se respira al tiempo que la mirada se detiene en la pulcritud de los múltiples detalles que van percibiéndose. Lo curioso de esta abadía, está en lo que ha logrado preservar del demoledor paso del tiempo. Pareciera que los siglos hubieran pasado sin castigo alguno para las piedras. Tiene su particular historia fundacional, basada como tantos otros lugares de igual calado en esa impronta de gentes nobles y reyes de crear espacios de vida contemplativa para posteriores panteones, albergues familiares dónde retirarse o simplemente como un modo de rendir culto a la fe Católica.
A San Andrés de Arroyo, se le concedió el tremendo honor de tener como primera abadesa a doña Mencía condesa de Lara, hija de Rey Alfonso VII y nieta de don Rodrigo González de Lara, de quién por cierto conservan sus restos en la sala capitular dónde se halla su sepulcro.
En la visita es de cumplida atención este detalle, aunque no es lo más emblemático de esta abadía, al menos para el buscador de la esencia románica en la piedra.
Asomarse al claustro y ver los corredores limpios, silenciosos al tiempo que un chorro insinuante de un caño deja soltar el agua ininterrupidamente, es de pronto toparse con la personificación más palpable del total enajenamiento del mundanal ruido. Ausencia plena de sonidos distorsionantes para dar paso a la presencia de una calma muy propicia para hacer del silencio una oración íntima con Dios y con uno mismo.
Sólo una cosa cabe reseñar como mera advertencia a quién lleve la intención de fotografiar el lugar mientras lo visita. La inflexibilidad por parte de la religiosa que enseña las pocas estancias visitables de la abadía a la hora de no permitir más que tres fotografías en toda la visita, limita la curiosidad y al tiempo el detenimiento de quién desea quedarse con algo más de la visita. La belleza de su claustro es tan reveladora que invita a verlo desde muy diferentes perspectivas, sin embargo, el apremio de la religiosa a la hora de agilizar la visita a la abadía no deja mucho margen ni a la contemplación serena ni a la fotografía como recuerdo. Lo único negativo a destacar de este lugar que por otro lado ha gozado del escrupuloso cuidado de la comunidad religiosa que alberga dentro de sus muros. Sin esta comunidad cisterciense de monjas de vida contemplativa, esta abadía quizá hubiera sucumbido al abandono y pérdida de un patrimonio artístico muy significativo del románico.
Recomendable de igual manera, como ineludible visita, la iglesia de la abadía con su hermosa sillería en el coro y su arquitectura en forma de cruz latina.


Como llegar

Desde Palencia, coger carretera de Santander hasta Alar del Rey. Sin llegar al pueblo, sale una carretera hacía Cozuelos de Ojeda.

Horarios

Mañanas: 10-11-12-12,30 horas
Tarde: 15,15-16-17-18 horas
Cerrado todos los lunes, Jueves y viernes Santo ( por la tarde), 15 de agosto ( todo el día) y 20 de agosto ( por la tarde).

Precios

3 euros por persona.

Contacto

Tfno 979.14 20 03
Web http://www.sanandresdearroyo.es




Santa Eufemia de Cozollos

En el complejo rural Santa Eufemia de Cozollos, en Olmos de Ojeda, el recibimiento es bien distinto. No existe vida contemplativa alguna dentro de sus muros, sin embargo, también es el lugar idóneo como retiro espiritual o simplemente como evasión y descanso.
El interior de la iglesia carece de elementos eucarísticos por no estar dedicada al culto en la actualidad. Sus puertas se abren para dejar ver los recovecos y los diferentes motivos románicos que conserva al tiempo que también acoge conciertos de música clásica durante los meses de verano.
El guía, un hombre entusiasta y voluntarioso, nos indica con cierta simpatía dicharachera, particularidades de cuánto sale al paso en el recorrido, desde los motivos de los capiteles, hasta curiosidades del propio tallado de la piedra arenisca que para poder ser cincelada y trabajada, requería ser previamente mojada para dotarla de la vulnerabilidad precisa y obtener resultados muy detallistas y perfectamente perfilados.
Alberga también un pequeño museo con piezas que nos enseñan con mayor detalle las características propias de la arquitectura románica, del mismo modo que también tiene un bonita colección de replicas de iglesias, ermitas y abadías románicas de la provincia de Palencia. Unas singulares maquetas que demuestran el enorme patrimonio que tiene a gala poseer esta provincia en lo que concierne al estilo arquitectónico románico.
En este lugar, el guía, Juan Bustamante, hombre a quién el entusiasmo le hace constantemente preguntarle al visitante al tiempo que indica con su dedo indice algún capitel, “¿ Lo veis?” , no nos va a impedir hacer fotos mientras se le preste atención a sus explicaciones.
No obstante, quién hasta allí llega, tiene dos opciones abiertas: ir de paso y entretenerse en visitar la Granja Santa Eufemia siguiendo la senda del románico palentino, o llegar y quedarse unos días alojado entre unos muros tan robustos como afortunadamente bien conservados.


Como llegar


Si se llega hasta Herrera de Pisuerga, tomar la C-627 hasta Olmos de Ojeda.

Horarios visitables


De 10 a 14 horas y de 17 a 20 horas ( Todo el año excepto los lunes)

Contacto e información

Reservas alojamiento 636 328 534 979 14 24 14
Web
www.granjasantaeufemia.es

Precio

Visita 3 euros.


Dos lugares, la Abadía de San Andrés del Arroyo y Granja Santa Eufemia que merecen un alto en el camino en nuestro caminar. Un buen “ Itineres” para quien sigue la senda de Dios en las arquitecturas que lo acogieron y que en muchos casos, aún lo acogen.

jueves, 8 de octubre de 2009

Boñar, mucho y más
















Tres elementos en la plaza de Boñar: el maragato en la torre, El Negrillón y la fuente.







Fuente en la plaza Mayor.

Boñar, un reloj al pie de la montaña


En Boñar pareciera que el tiempo no importara. Transcurre con esa calma que se experimenta cuándo el alma deja atrás el bullicio que lo apremia.
Es por tanto, lugar para detenerse antes de emprender camino hacía esa montaña que el paisaje ya nos va anunciando.
Imaginemos un domingo cualquiera, a una hora de la mañana en la que el sol comienza a jugar con sus rayos por encima de los tejados. De pronto, un tintineo campanero marca las horas en la plaza silenciosa.
Alzamos la vista y, allí quieto y al tiempo tímido, vemos un muñequito de madera que sin marcar las horas, figuradamente pareciera que las anunciara a viva voz. Es el maragato en la torre, como dice la jotilla de Boñar. Un curioso muñeco articulado vestido al uso maragato de quienes se decía eran arrieros y vendedores ambulantes, y hecho de madera de un peral que había, según cuentan algunos en el lugar, en un huerto del pueblo.
Y, al lado, envejecido, al tiempo que fosilizado por el resignado destino que la propia naturaleza le ha dado, “ El negrillón”. Un enorme tronco de árbol seco, familia de los olmos y condenados todos ellos a la enfermedad de la grafosis, que aún quiere permanecer entre los boñarenses que recuerdan con nostalgia aquellos días en los que presumían de necesitar varios hombres para abarcar el contorno del árbol centenario.
Es una tentación a la que es difícil resistirse; imitar a aquellos hombres e intentar abarcar el grueso tronco, pero caes en la cuenta de que su envergadura te hace a ti muy pequeño e imaginas otro tiempo más glorioso para ese árbol, cobijando bajo su sombra al cansado, al montañero, al niño, al labriego, a la mujer, a todo un pueblo uno a uno...y, no es extraño dejarse invadir por la pesadumbre al tocar su sequedad con la punta de los dedos.
Archivos parroquiales datan la existencia del negrillón en Boñar desde hace algo más de cuatrocientos años. Demasiado tiempo con su presencia en esa plaza como para eliminarlo a pesar de estar seco. Dejaría un vacío no sólo físico en la propia plaza sino también en la memoria de la gente. Cuándo algo pasa de ser algo corriente a algo extraordinario por su perdurabilidad en el transcurso del tiempo, se convierte en emblema en un lugar. Quitar ese emblema, es mutilar en cierto modo lo que identifica al pueblo, a la gente, a ese sentir único y común que otorga una identidad singular y diferente de la cual es fácil enorgullecerse. Es fácil comprender por este motivo que, a pesar de permanecer “ El Negrillón” fosilizado por la sequedad que provoca lo inerte y sin vida, siga muy presente en Boñar, en su plaza y por supuesto, en el corazón de los boñarenses.
La jota de Boñar nos habla, no obstante de dos cosas que, efectivamente tiene en su plaza, pero hay dos cosas más que marcan también su diferencia en este alto en el camino: una fuente que en principio fue un pilón en el que se daban de beber a los animales, y una estatua de dos hombres estrechándose la mano escenificando aquellos tratos a los que se llegaban en las ferias de ganado a modo de contratos y que terminaban sellándose con firmes estrechamientos de manos. Para quién observa a los dos hombres después de conocer su simbología, es también una muestra de concordia hacía quien hasta Boñar le traen sus pasos.
De la fuente, ¡ qué decir¡. Algo tiene esa agua fresca que sale del caño, quizá sea su frescura, su sabor a montaña, o tal vez alguna propiedad añadida que otras aguas no tienen, quién sabe. Pero la boca lo agradece y el cuerpo se vivifica para seguir el camino.
Por todo ello, es Boñar un camino más al que llegar y observar detenidamente y con calma, un reloj que marca las horas a pie de montaña, un árbol “ El Negrillón” bajo el que descansar jugando a ser pequeño ante el recuerdo de su majestuosidad en otro tiempo.



Pilar Martínez Fernández.
( Agosto 2009)

Iscar: Villa Medieval




Mercado medieval en el patio de armas del castillo de Iscar.






Juramento del alcaide de la fortaleza año 2009, Javier Pérez Andrés, periodista y director de la revista " ARGI".

























Torre del homenaje del castillo de Iscar. Actuaciones y teatralizaciones en su interior.


















trabajando el vidrio a fuego.





















Catapulta preparada para una demostración de asalto al castillo



Un viaje en el tiempo a ese pasado medieval del que fueron testigo las piedras del castillo de Iscar. Todo un despligue de medios por parte del pueblo y ejemplar voluntad para recuperar y devolverle sobriedad a su fortaleza trayendo a nuestros días ese acontecer medieval cada vez más conocido gracias a este tipo de iniciativas turísticas al tiempo que culturales y divulgativas.
REPORTAJE GRAFICO: Pilar Martínez Fernández ( Julio 2009 ).








Iscar: vuelta al medievo


Una de las épocas que más atrae últimamente recrear y traer al presente es la Edad Media.
Mercados, representaciones, calles de pueblos decoradas, gente ataviada con trajes de labranza, caballeros, damas, escuderos, mercaderes, animales...todo aparece de pronto en un lugar como si de un plumazo hubieran retrocedido en el tiempo y se instalaran en pleno medievo.
En realidad y aunque la ilusión nos lleve a pensar que por arte de magia un pueblo puede hacer tal regresión en el tiempo sin más, lo cierto es que en muchos casos se trata de un golpe de tuerca para promocionar ese atractivo que ya de por sí tienen muchos pueblos e incluso para mostrar los vestigios que conservan de aquellos tiempos, dicho de otro modo, una ocurrente manera de ensalzar lo que se tiene y al mismo tiempo de llamar al visitante y dar proyección al lugar haciendo que por unos días, unas calles, una muralla o una fortaleza, sean el escenario perfecto de la rutina y sociedad medieval.

Un ejemplo de ello es Iscar, un pueblo al sureste de Valladolid que limita con Segovia, en plena Tierra de Pinares.
En lo alto de uno de sus cerros tiene un castillo gótico del siglo XV asentado, según afirman, sobre ruinas del siglo XIII con una torre del homenaje cuya singularidad es un planta pentagonal en piedra de sillería y rodeada por una muralla que ocupa todo el perímetro de dicho cerro.

En 1998 después de cierto aletargamiento con respecto a la conservación del rico patrimonio artístico y arquitectónico que posee Castilla y León, se descubren algunas estancias del castillo y desde ese momento hasta hoy, todos los esfuerzos se aúnan para trabajar en su continua rehabilitación, motivo que ha llevado a la villa de Iscar a celebrar durante once años consecutivos una feria medieval.

Una feria para una noble causa

En la edición de este año 2009, durante los días 4 y 5 de Julio el castillo de Iscar volvió a convertirse en toda una fortaleza del medievo. En su XI edición, el lema fue “ Maestro y aprendiz”, una temática cuya pretensión fue traer a nuestros tiempos aquellas viejas costumbres y oficios que marcaron la cotidianidad de una sociedad artesana por antonomasia pues, del mismo modo que eran capaces de elaborar quesos, dulces o jabones para su propia autoabastecimiento, podían trabajar con maestría el cuero, los metales, el cristal o incluso el mármol para hacer figuras.
La idea, un año más, no se centró en hacer una feria comercial, sino de trabajo. He aquí lo llamativo de esta feria y retrospectiva al pasado en la que se envuelve Íscar. No se trata de un mercado en el que comprar, simplemente. No; las normas de la feria establecían muy explícitamente en su programación el fin principal: la recaudación a través de la venta en los diferentes puestos de sus artículos, tales como collares, pulseras, dulces, quesos...etc, para continuar con la rehabilitación del castillo, presentando a su vez oficios antiguos con el propósito de rememorar y a la vez ilustrar sobre ellos en el presente.
Cabe decir que, todos los oficios y artes medievales, llegan a nuestro tiempo como no puede ser de otra manera: como un legado trasmitido de generación en generación de padres a hijos. De ahí el lema “ Maestro y aprendiz”. Tan necesario es el maestro como aquel que está dispuesto a aprender para no perder viejos oficios.
Así se trató de hacer en esta feria y a quién hasta allí se acercó pudo ver, por ejemplo, a un escultor trabajando en mármol a golpe de cortafrío y martillo, a un artesano dando forma al cristal con fuego, talleres de cocina tradicional, de alfarería, de imprenta, de extracción de resinas, de caligrafía, de elaboración de pan, queso...
Pero, del mismo modo, es llamativo y digno de mencionar otra singularidad de esta feria medieval; para comerciar en el mercado, durante esos dos días, los euros se convirtieron en maravedíes, acuñados especialmente para esta feria.
Se trató simplemente de una recreación más sin que hubiera coste añadido o gravamen para los artesanos y los compradores. En un puesto se ubicó una banca dónde se efectuaban los cambios además de haber cambistas por todo el recinto ferial situado en el castillo.

De armas y caballeros

Pero una feria medieval sin caballeros y armas, no es completa. En las inmediaciones del castillo de Iscar también pudo verse una escuela de caballeros en la cual se hicieron pruebas de formación y entrenamiento.
De igual manera, hubo demostraciones y prácticas de trabuchete, tiro con arco, espadas, tiro con catapulta e incluso, ya más con carácter de juego para los niños, pequejustas.
Y como no podía faltar en toda recreación medieval que se precie, hubo hasta nombramiento de caballeros y juramento del alcaide de la fortaleza, recayendo esta vez tan honorífico cargo en el periodista y director de la revista ARGI, Javier Pérez Andrés, quién en su alocución juró preservar la fortaleza con entusiasmo y determinación durante todo el año que durara su mandato.

Todo un teatro

Si algo puede resumir con absoluta rotundidad los dos días que vivió Iscar y los iscarienses en torno a su castillo y su feria medieval, es el teatro en toda su más amplia recreación.
La fortaleza, ya de entrada ofrece el mejor escenario para meterse sin mucho esfuerzo en un ambiente totalmente costumbrista de tan remotos tiempos, pero es encomiable el esfuerzo y el despliegue de medios que pudo verse durante la XI Feria Medieval de Iscar, pues consiguió una vez más envolver al visitante que llegó como mero observador y se marchó conociendo los usos y costumbres medievales gracias a la teatralización constante de todo aquello que fue cotidiano en la Edad Media, un ejemplo que, afortunadamente, siguen hoy muchos pueblos en España y que sirve una vez más para no perder nuestro bagaje cultural e histórico.



Texto: Pilar Martinez Fernandez.
Información: Oficina Municipal de Turismo http://www.villadeiscar.es/
983.612.703

miércoles, 7 de octubre de 2009

Valdorria, paraje para el eremita





















































































































Valdorria

En el corazón latente de la montaña leonesa, dónde el río Curueño serpentea acariciando las piedras y peñascos de las Hoces de Valdeteja, nos espera el pueblo de Valdorria con la serenidad propia de esos lugares escondidos pero no invisibles que guardan humildes su encanto al intrépido viajero.Acceder a él tras dejar atrás la cascada de Nocedo, con una caída en forma de cola de caballo de 15 metros, es aventurarse a conocer un paraje sorprendente a pesar de rodearse de cumbres modestas.Debe su nombre al pico homónimo Valdorría, un peñasco desafiante que se alza por encima de las callejuelas y casas que forman este pueblo montañés y en el cuál viven todo el año siete familias. Ni en los días más señalados del año, fiestas de guardar y celebraciones familiares, cuentan los propios vecinos que llegan a reunirse más de cien personas. Lo confirma el párroco de la Iglesia de San Ramón Nonato diciendo con no poco pesar que su iglesia sólo consigue llenarse de más feligreses con las misas de los días en honor a los patronos del lugar; 31 de agosto San Ramón Nonato, qué dicho sea de paso, se hace llamar dicho santo “ nonato” por nacer sietemesino y por césarea, y el 2 de Mayo día de San Froilán, del cuál se cuenta que eligió este lugar como retiro eremítico en una cueva a la que accedía tras hacer él mismo 365 escalones en piedra aprovechando la orografía de la propia montaña.
Fue, precisamente, este particular modo de vida elegido por el santo en este lugar de la montaña leonesa, lo que finalmente propició la construcción de una pequeña ermita en su nombre en un escarpado bastante pronunciado, al tiempo que privilegiado por la panorámica que se abre después del voluntarioso esfuerzo que se hace en la escalada.De este santo también cabe decir que llegó a ser obispo de León, de ahí que esta ciudad le tome como patrón y celebre sus fiestas también en su honor.Pero quizá lo interesante de Valdorria, además de su esplendorosa panorámica, su generosa naturaleza y la espectacularidad de sus atardeceres, tornándose la montaña de un cromatismo caprichoso, debamos buscarlo en el propio corazón del pueblo; en sus gentes y en su rutina.Valdorria solo tiene un bar, y como no podía ser de otra manera, se llama “ San Froilán”. No es difícil encontrarlo; desde el pequeño atrio de la iglesia, una callejuela en bajada discurre hacía el centro del pueblo dónde se encuentra este club social y punto de encuentro, no sólo para los escasos habitantes del lugar, sino también para quienes llegan hasta allí en coche o bien sendereando por el paraje.No hay duda que es allí dónde podemos conocer la rutina de este lugar, el reflejo genuino de un modo de vivir atrayente para el que va de paso, sobre todo en verano, pero de marcado carácter para la gente autóctona por la crudeza a la que les somete un entorno que llegados los fríos, acostumbra a quedarse aislado.Es Valdorria, pues, un lugar que merece la pena conocer con los cinco sentidos abiertos para comprender que la naturaleza en sus más altozanas cumbres, puede ofrecer retiro, contemplación, silencio y también la cálida acogida de sus gentes que precisamente por vivir tanto tiempo aislados, agradecen conversar con el viajero.

¿ Cómo llegar?
Desde León, llegar hasta Boñar. Tomar la CL-626 hasta La Vecilla para continuar por la CL-321 hacia Puerto de Vegarada. Al llegar a las Hoces de Valdeteja a la altura de Nocedo de Curueño, una carretera sale a la izquierda indicando “ Valdorria”. Tomar esa carretera y tras un empinado puerto se llega al pueblo.
Visitas recomendadas
La subida a la ermita de San Froilan cuyo camino comienza en el mismo pueblo y es preciso subir 365 escalones. No es una subida escarpada ni de dura dificultad. El ascenso se hace en poco más de media hora a ritmo moderado. Se aconseja seguir el trazado marcado sin buscar atajos.
La Iglesia de San Ramón Nonato. Guarda el encanto de las pequeñas iglesias parroquiales de los pueblos y su párroco es un hombre muy solícito y predispuesto a recibir a quien quiera visitar el pequeño templo tras la celebración de algún culto.
Callejear por Valdorría, sin duda recomendable además de beber de la fuente del pueblo para saborear el más puro agua de montaña.
Una parada en el Bar San Froilán para conocer in situ el pulso y sentir de las gentes sencillas de este pueblo.

Panorámicas de la montaña leonesa a la altura de Hoces de Valdeteja y Valdorria, dónde se encuentra tambien la cascada de Nocedo de Curueño.
Reportaje gráfico y texto: Pilar Martínez Fernández ( Septiembre 2009).